jueves, 29 de enero de 2015

La Guerra Santa - Introducción poética

LA GUERRA SANTA

Una alegoría de John Bunyan,
también autor de El Progreso del Peregrino

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Traducción del inglés:
Santiago Escuain

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                  AL LECTOR

   Extraño me parece, que los que gustan de contar
Cosas de antiguo hechas, y que llegan a rebasar
A sus iguales en el magno campo de la historia,
Callen las guerras de Alma Humana y tan gran victoria;
De lado las dejan cual viejos cuentos que sin valor,
Cual cosas indignas beneficio no dan al lector,
Cuando en verdad los hombres, digan lo que decir quieran,
Si esta historia ignoran, a sí mismos desconozcan.

   De historias, ¡no lo sabré yo! las hay de muchas clases,
Domésticas las hay, y extranjeras de muchas partes;
Y cuentos fantasiosos a gusto de los autores:
(Por los libros se pueden suponer sus redactores.)

   Tenemos también el que de lo que nunca sucedió,
Ni sucederá (y sin motivo alguno), escribió,
Sublimes narraciones, magnos relatos, hazañas,
De hombres, leyes, naciones y bélicas campañas;
Y en sus historias tan sabios los autores parecen,
Y con tal grave seriedad revisten cada imagen,
Que aunque en su prólogo afirmen que todo es ficción,
No obstante encaminan discípulos en su dirección.

   Pero, lectores, yo tengo algo distinto que hacer,
Que con vanas historias el tiempo haceros perder.
Lo que os narro yo hoy los hay que tan bien lo saben,
Que con lágrimas y gozo la historia contar pueden.

   Por muchos conocida de Alma Humana la ciudad,
Nadie duda las angustias grandes que pasó en verdad,
Si familiarizados con la historia estuvieron
De Alma Humana y sus luchas que a tantos conmovieron.

   Presta pues atención a lo que yo aquí recuento,
Sobre la ciudad de Alma Humana, tan gran portento:
Cómo fue perdida, y esclavizada, cautivada,
Y cómo se enfrentó contra aquel por quien fue salvada;
Sí, como de manera hostil ella se resistió
A su Señor, y en favor del Enemigo ella luchó.
Pues verdad es; y quien no quiera esto reconocer,
Que calumnie los mejores escritos es menester.
Por mi parte, en aquella ciudad estuve yo mismo,
Cuando se edificó, y cuando hundióse en el abismo.
A Diábolo gozándose en su plena posesión
Vi, cuando Alma Humana estaba bajo tal opresión.
Allí yo estuve cuando como señor lo tenía,
Y a él de corazón, sí, la ciudad se sometía.

   Tiempo en que Alma Humana lo divino pisoteaba
Y en el inmundo cieno cual puerca se revolcaba;
Cuando decidida las armas de rebelión tomó,
Y contra su Emanuel, no viendo su atractivo, luchó;
Entonces allí yo estaba y era mi alegría
Ver como reinaba con Diábolo la armonía.

   Que nadie me tome por tanto como un cuentista,
Ni nadie mi nombre de su ridículo revista;
Lo que se va desarrollando en esta narración
Es la pura verdad, y puedo confiado hacer mención,
de que vi a los hombres del Príncipe aparecer
En compañías, miles, para la ciudad someter;
Vi sus capitanes, y las trompetas oí sonar,
Y cómo sus fuerzas todo el campo podían llenar.
Cómo a luchar se prepararon para la victoria
Estará bien presente, mientras viva, en mi memoria.

   Vi ondear al viento los blasonados estandartes,
Y a los de dentro maquinar con sus malas artes
Como Alma Humana destruir, y con saña echar a perder
Su hálito vital, y cómo en tal empresa vencer.

   Vi que contra la ciudad terraplenes levantaban
Y que grandes catapultas en ellos se instalaban;
Las piedras oí yo silbar con estos mis oídos
Con las que los blancos de la ciudad eran batidos.
Oílas caer y vi de las mismas el efecto,
Y cómo cubría la muerte con su fiero aspecto
La faz de Alma Humana, y oí su amargo clamor:
«¡Desgraciada de mí, moriré consumida en furor!»

   Vi los pavorosos arietes, y como embestían
A la Puerta del Oído, sus maderos crujían;
Temí que no solo la puerta, mas la ciudad toda
Fuera por estos arietes hasta el suelo arrasada.
Las luchas vi, y oí de los capitanes el clamor,
Y en cada batalla vi quién se llenaba de temor;
Vi quiénes eran heridos y quiénes muertos eran,
y quiénes ya muertos a la vida se levantaban.

   Oí los gritos de los que allí heridos yacían,
(Cuando en la lucha otros el miedo desconocían,)
Y mientras el clamor de «Matar, Matar» resonaba,
La calle de lágrimas, no de sangre, se llenaba.

   Cierto es que no siempre los capitanes luchaban,
Pero entonces de día y de noche nos inquietaban;
Su grito: «¡Vamos, al ataque, tomemos la ciudad!»
No nos permitía dormir, ni tener tranquilidad.

   Estaba allí yo cuando las puertas forzadas fueron,
Y vi que de Alma Humana sus esperanzas se hundieron;
Vi a los capitanes ciudad adentro lanzados,
Y cómo fueron, por fin, los enemigos vencidos.

   Al Príncipe oí mandar a la ciudadela a Boanerges,
Para que a su enemigo le pusiera los grilletes,
Y vi cómo por ellos era por fin conducido,
Por medio de la ciudad, en oprobio encadenado.

   Vi a Emanuel cuando gozoso en posesión entró
De su ciudad de Alma Humana; y cuánto él la amó,
Cuando a esta feliz ciudad le otorgó su gran perdón,
Y la ciudad su autoridad aceptó de corazón.

   Cuando los diabolianos por fin fueron atrapados,
Y juzgados, y a la ejecución fueron llevados,
Entonces allí estaba yo; en aquel mismo lugar
Donde la ciudad hizo a los rebeldes crucificar.

   También a Alma Humana de blanco revestida vi,
Y luego al Príncipe llamarla su delicia oí.
Vi cómo con cadenas de oro la embellecía,
Y con anillos y  brazaletes la recubría.

   Y ¿qué diré? Oí de las gentes gozoso clamor
Y vi al Príncipe consolar de Alma Humana el dolor.
Tantos suspiros oí, y de tantos el gozo capté,
Que contároslo todo no creo que jamás podré.
Pero por lo que hasta ahora he podido contar
Veis que acerca de estas guerras no me he puesto a fabular.

   Alma Humana, de ambos príncipes deseo ardiente:
Uno mantenerla; para el otro pérdida hiriente.
Diábolo clamaba: ¡Esta ciudad es mi dominio!
Emanuel muestra su derecho propio y divino
A su Alma Humana; se desencadena pues la guerra.
Y gime la ciudad: «¡Hundida quedaré en la tierra!»

   ¡Alma Humana! ¡Interminables Sus guerras parecían!
Por ella uno y otro decididos combatían;
De otro el premio vino a ser, por el uno perdida,
Que dijo: «¡Mía será o asolada y destruida!»

   ¡Alma Humana! De la contienda el último objetivo;
Y de terribles angustias fue tierra de cultivo,
Más que allí donde se oye de la guerra el fragor,
O donde el blandir de las espadas induce al terror;
O donde sólo escaramuzas han sido libradas,
O donde la imaginación ve luchas entabladas.

   Espadas enrojecidas de guerreros ella vio,
Y los clamores de los por ellas heridos oyó;
¿No han pues de ser de mayor entidad sus alarmas
Que las de aquellos que ignoran tal angustia en sus almas?
¿O que las de los que oyen el recio redoble del tambor,
Pero empujados no son a huir del hogar por temor?

   No sólo Alma Humana oyó la trompeta sonar,
Sino que a sus valientes sobre el suelo vio desmayar:
Por ello no penséis que pudiera tener reposo
Con aquellos cuyo verbo mejor es especioso;
O donde las firmes amenazas de guerras grandes,
En parlamentos acaban, o en meros ademanes.

   ¡Alma Humana! Sus prolongadas guerras decidían
Su dicha o perdición, y bien que ellos lo sabían,
Que era por la eternidad; por ello su agitación
Que el de un fugaz temor no puede alcanzar comprensión,
Ni aquel que no va en su lucha otro mal a recibir
Más que de un miembro la pérdida, o incluso su vivir.
Esto confesarán los que en el Universo moran
Y que esta historia que relato ellos también cuentan.

   No me pongáis pues con los que, para otros asombrar,
Los llevan a ver las estrellas y llegan a insinuar,
Con toda la confianza de sus mentes en su errar,
Que cada una de ellas es un poblado lugar
Con criaturas extrañas; sí, y mundos inventarán
En cada astro, aunque imposible los tales verán
Demostrarlo a ningún hombre que conserve su razón,
O que aplique un prudente freno a su imaginación.

   Pero ya demasiado a la puerta te he tenido,
Y de la resplendente luz del sol te he privado.
Bien, entra, no te quedes a la puerta, sino pasa,
Y contempla rarezas multiplicadas sin tasa,
Maravillas interiores de clase y tipos todos
Que a la mente agradarán, y te llenarán los ojos
Con cosas tales que, si cristiano, tendrás conciencia
Que pequeñas no son, sino de vital importancia.

   Mas toma tú mi llave antes de ponerte a leer;
(En misterios pronto el hombre puede el camino perder;)
Y gírala bien si es que quieres llegar a conocer
Mi enigma, y quieres con mi buey labrar tu surco poder;
Ahí en la ventana está. Que te vaya muy bien, sí;
Quizá tenga pronto que doblar las campanas por ti.

JOHN BUNYAN



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AVISO AL LECTOR

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   Han lanzado el rumor de que «El Peregrino» no es mío,
E insinúan así que del público me río,
Y que quiero brillar de un modo tan necio y vano
Como quien alcanza riquezas robando a su hermano.
O que tengo tanto anhelo de lograr paternidad
Que bastardos engendraré; o si hay necesidad
Una mentirá imprimiré para aplauso lograr.
Esto desdeño: Juan nunca así se ha querido ensuciar
Desde que Dios le convirtió. Y así ahora indico
La razón por la qué a mi «Peregrino» reivindico:

   De mi corazón brotó, y pasó así a mi mente,
Y de ella a mis dedos e inmediatamente
Pasó a mi pluma, que con trazo pronto y diligente
Sobre el papel lo plasmó de manera permanente.

   El estilo y el tema también todos míos fueron,
Y ningunos de los mortales no lo conocieron
Hasta que acabado fue, y tampoco entonces hubo
Nadie que con libro, mano o pluma o maña que tuvo,
De su peculio añadiera a esta obra que escribí;
Sus renglones, sus palabras, toda ella concebí.

   Y acerca de ÉSTA que con tus ojos ahora ves,
Su contenido, tema y estilo, de otro no es
Sino del corazón, la cabeza, dedos y pluma
Del autor de la primera. Esto todo, en suma
Los hombres buenos verán; pues nadie podrá sin mentir
Decir, excepto yo, «mía es»; esto hay que admitir.

   Todo esto no lo escribo por querer ostentación
Ni para poder de alguien recibir adulación;
Lo digo para el rumor y maledicencias acallar,
Que pudieran a algunos llevar a mi nombre infamar.
Y así mi nombre firmo para que quede patente
Que este libro es pues fruto de mi vida y de mi mente.



Datos:
Original de John Bunyan, (*28 de noviembre de 1628 - †31 de agosto de 1688)
Para una breve biografía, véase http://es.wikipedia.org/wiki/John_Bunyan
Nueva traducción del inglés realizada en 2013: Santiago Escuain, Copyright © 2013
Quedan reservados todos los derechos. Se permite su difusión para usos no comerciales condicionado a que se mantenga la integridad de la obra, sin cambios ni enmiendas de ninguna clase.

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